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¿Podría existir algo mejor en el verano, que comer comida mediterránea?, una comida bañada por el sol, secada al sol y tan salada como el mar, perfumada con las mismas hierbas que perfuman el aire de la región y crecen entre las rocas, como el tomillo, el orégano, romero y menta.

En el Restaurante Chopine encontrarán un exquisito pan tostado con sabor a queso de cabra impregnado en hierbas frescas, ajo y aceite de oliva. Un mismo plato de calamares a la parrilla sabe mucho mejor en el patio, que en el interior del Chopine, un restaurante pequeño situado en un rincón frente a Riegrovy Sady.

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En la terraza, el calamar fresco brilla con el aceite de oliva expuesto al sol. El calamar va acompañado de una ensalada y algo para beber.
El interior del Restaurante Chopine tiene su gracia, a pesar de que la terraza es más apetitosa para comer. En el interior se puede ver hierro forjado, madera desgastada y velas que dan una atmosfera especial. El único inconveniente es que hay poca ventilación adentro, y aunque no se permite fumar, el olor a pescado es fuerte.

La ubicación del Chopine, tiene la ventaja de estar lejos del ruido de los coches y la contaminación del aire, ya que está en una calle lateral, con vista al paisaje de un parque.

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El plato Prkenko Chopine es una ganga, a tan solo 105 coronas checas, y viene cargado con una buena selección de embutidos. El queso untado en queso de cabra es exquisito.

Si piden bistec tienen varias opciones, con salsa, champiñones, queso o pimienta, incluso envuelto en tocino. Sea cual sea la elección, la carne es tierna y sabrosa.

Los postres son sencillos y familiares. Uno de ellos es el parfait de mascarpone azucarado y picante, bayas agrias y crema.

Para los que no van a tomar el sol del Mediterráneo este verano, el Chopine, situado al lado de un hermoso parque de Praga es un consuelo agradable.

Vía/ Praguepost

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