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Uno de los elementos turísticos más importantes que nos ofrece la ciudad checa de Jihlava es sin dudas su sucesión de catacumbas, que destacan especialmente por su longitud, que alcanza unos 25 kilómetros, y su extensión, que se acerca a los 50 mil metros cuadrados, y por lo tanto, constituyen el segundo laberinto subterráneo más grande del país, tras las de la ciudad de Znojmo.

Los historiadores consideran que estas catacumbas se empezaron a construir en el siglo XIV, mientras que sus túneles se hallan excavados, increíblemente, en las mismas rocas, e incluso sobre varios niveles superpuestos, lo que indica el dominio que las culturas antiguas poseían sobre este tipo de materiales.

Las profundidades de las excavaciones en la roca dependen de la porción de túnel que se analice, pero en líneas generales las mismas van desde los dos metros, llegando hasta los 14 .

Uno de los elementos más extraños que conocemos al visitar este espacio, es que uno de los pasadizos muestra una extraña luminiscencia, aunque los científicos no tienen verdaderamente claro de cual es la explicación para este fenómeno. Sin embargo, muchos de ellos creen que, durante la Segunda Guerra Mundial, muchas de las paredes interiores del túnel fueron pintadas con pintura fosforescente; aunque no falta quien achaque la situación a algún elemento de tipo paranormal.

Actualmente, en tanto, la mayor parte de las catacumbas han sido reforzadas para evitar su derrumbe, y sólo diez kilómetros de las mismas se encuentran abiertas para que el público pueda visitarlas en cualquier momento del año.

Vía: Travel
Imagen: Out Dooring

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