En medio de una amplia región montañosa, con muchos bosques y lagunas, conocidas como Bohemia-Moravia, se encuentra la antigua ciudad de Jihlava, la más antigua de Bohemia en la categoría de pueblos mineros.

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Según cuenta la historia, hacia finales del siglo XII, un asentamiento eslavo dominado por la Iglesia de St. John the Baptist fue fundado en los cerros del Río Jihlava. Este pueblo se convirtió en el punto de partida de los colonizadores de la región. Con los colonizadores comenzó el desarrollo de la minería de plata en Jihlava. La plata atrajo una verdadera fiebre de mineros, comerciantes y vendedores de toda Europa, que comenzaron a asentarse en este pueblo para amasar su fortuna. Como el pueblo se hizo pequeño y ya no daba abasto para recibir a tanta gente, se fundó una nueva ciudad en el otro lado del río.

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Junto con la minería, se dio inició a tres grandes proyectos que se construyeron casi simultáneamente: la Gran Iglesia de St. Jacobs y el Monasterio de las Fincas Minorías y los Dominicanos, como es de suponer, las grandes obras siempre vienen de la mano con los grandes capitales. Por otra parte, la prosperidad de Jihlava estaba garantizada por una serie de privilegios reales que le permitían ser uno de los pueblos más poderosos del Reino de Bohemia. Las leyes mineras que se crearon en Jihlava fueron pioneras en su tipo, y sirvieron de base para las leyes que tiempo después necesitaron otros pueblos que incursionaron en materia minera.

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La minería de plata comenzó a decaer por el siglo XIV, en principio, porque los más puros yacimientos de plata fueron completamente explotados, y por otro lado, un terremoto y posterior inundación terminaron por devastar las minas. Sin embargo, ya para entonces se había desarrollado bien el comercio y otros oficios que garantizarían prosperidad a las ciudades.

Vía: tic.jihlava, Foto: flickr

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