La producción textil se convirtió en uno de los ejes de la economía de las principales ciudades de tres siglos. En 1523 un incendio puso fin a la apariencia medieval de Jihlava, luego del cual se hizo una reconstrucción de todo pero siguiendo un estilo renacentista.

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Con el nuevo estilo arquitectónico de la ciudad se comenzaron a ver muchos patios interiores en las casas y grandes pasajes que pasaban por la planta baja de las casas, además de galerías, pilares toscanos, bóvedas y decorados con frescos.

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Esta ciudad sufrió una gran devastación con la Guerra de Treinta Años. Los alrededores los incendiaron y la mayoría de las viviendas ciudadanas fueron demolidas, reduciéndose el número de habitantes a tan sólo un octavo de la población original. Tuvieron que pasar más de 100 años para que en Jihlava se pudieran reparar los daños y se llegara a una nueva fase de riqueza material y cultural. Para esta ocasión, la ciudad se reconstruyó con el estilo barroco.

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La estructura más importante que se construyó en estilo barroco fue la Iglesia Jesuita de San Ignacio que fue construida simultáneamente con el Gimnasio y las Residencias Estudiantiles.

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La posterior época, en materia textil se vio favorecida por la intervención de la emperatriz María Teresia, que con sus conocimientos y experiencia ayudó a mejorar la producción textil. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Jihlava tuvo la mayor producción textil de toda la monarquía, asumiendo una nueva cara como ciudad, que poco a poco se iba levantando con luces y nuevas calles. A principios del siglo XIX, las ciudades fueron destruidas y las fachadas de las casas reconstruidas en estilo clasicista.

La ciudad de Jihlava es una singular yuxtaposición de estilo gótico, renacentista, barroco y la arquitectura está destinada a ser un verdadero tratamiento a todos los fans de arte monumental y historia antigua.

Vía: tic.jihlava, Fotos: flickr

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